Para entender a Jesús, no es necesario ser muy inteligente, no tienes que ser católico, ni siquiera religioso. Solo tienes que querer ser bueno, querer amar. Habla del campo, de los pájaros, del prójimo, de la buena nueva: “Amaros los unos a los otros como yo los he amado”. Y lo crucificamos.

Él le daba crédito a los niños, a los pecadores, al leproso. Todos somos hijos de Dios, estamos llamados a hacer el bien y, solo por eso, a gozar de dicha.